Un Mensaje para Iluminar el Mañana / Escrito por Masami Saionji
El ego es algo sin lo cual no podemos vivir.
Sin la conciencia de "yo existo aquí", no podemos vivir nuestras vidas.
El lado bueno del ego es que nos guía en la creación de nuestras propias vidas y en la manifestación de nuestros ideales como una fuerte voluntad en la realidad.
Sin embargo, si el ego se vuelve demasiado fuerte, constantemente nos comparamos con los demás, considerando si somos superiores o inferiores a ellos.
Las personas con un ego fuerte no quieren perder frente a los demás y desean tener una ventaja.
Sin embargo, ellos son quienes mejor saben cuán capaces y talentosos son.
Por lo tanto, no sienten celos ni competitividad hacia alguien con habilidades muy diferentes.
Incluso si esa persona logra grandes resultados, gana y recibe elogios de muchas personas, no sienten ningún tipo de envidia.
Pueden unirse para alabar a esa persona y compartir su alegría.
Los humanos compiten con aquellos que están al mismo nivel.
La competencia ocurre entre hermanos, primos, amigos de la escuela y conocidos cercanos.
Debido a que compiten en el mismo nivel, cualquier diferencia en superioridad causa agitación interna.
Creo que la mayoría de las personas sufre en tales situaciones.
El odio, los celos y la insatisfacción dirigidos a los demás eventualmente causan sufrimiento a uno mismo.
Si bien depende de la persona odiar a los demás, son ellos mismos quienes caen en el auto-desprecio y la desesperación por sus talentos.
¿Qué deberían hacer estas personas?
Necesitan examinar profundamente su propio ego. No se trata de reprimir el ego dentro de sus corazones.
Dado que la aparición del ego requiere una tremenda energía, deben usar esa energía para mejores propósitos.
Deben utilizar la energía previamente destinada al auto-desprecio, el odio y la insatisfacción para el autodesarrollo.
Es necesario transformar la propia energía para vivir de manera más natural, más capaz y más espléndida.
Para hacer esto, deben entender la verdad. Saber que los humanos son inherentemente hijos de Dios, o Dios mismo, es suficiente.
Entonces, esa persona también es un hijo de Dios, y yo también lo soy.
Un hijo de Dios no tiene insatisfacción.
Un hijo de Dios no carece de habilidades.
Un hijo de Dios no carece de amor y compasión.
No hay nada que le falte a un hijo de Dios.
Como hijo de Dios, todo es perfecto, armonioso, compasivo y lleno de amor, y todos los talentos florecen.
Inherentemente, tenemos 100% de amor, 100% de compasión y 100% de talento dentro de nosotros.
La pregunta es cómo descubrirlo.
Para eso, usaremos la energía vital que se nos ha dado hoy.
¿Cómo podemos desarrollar los maravillosos talentos inherentes en nosotros como Dios mismo?
Cuando enfocamos nuestra energía en eso, dejamos de compararnos con los demás.
Cada día, nos comparamos con quienes éramos ayer, esforzándonos por mejorar.
De esta manera, podemos controlar nuestro ego.